Vivir en la sociedad actual supone saber vivir en comunicación con los demás, conocer las técnicas y el uso de medios como internet que nos posibilitan opciones de aprendizaje e intercambio de conocimientos, ideas y experiencias, como nunca antes habían existido.
La humanidad ha construido su progreso sobre la base de la comunicación. Sin ella no hubiera sobrevivido la especie. El lenguaje fue el gran avance que permitió a los seres humanos lograr, primero la garantía de su supervivencia, y más tarde, la conquista de su bienestar. Ello a pesar de las desigualdades, la gran asignatura pendiente del progreso humano.
Sin embargo, la comunicación está siempre en la base de cada paso adelante que se ha ido dando. La interacción con los demás nos hace crecer, aunque sea imprescindible controlar los ritmos de esa comunicación, manteniendo el espíritu crítico, de forma que no nos arrastre como una marea.
Desde hace varias décadas, Internet está creando pautas nuevas de interconexión que fulminan las variables de tiempo y espacio, tal y como las hemos conocido hasta ahora. Pautas que están poniendo en cuestión los mecanismos tradicionales de participación social y abriendo caminos nuevos para mayores cotas de democracia. Por eso, la contradicción entre la eficacia y la rapidez de la comunicación en redes, con la obsolescencia de unos mecanismos tradicionales de participación, se pone en evidencia cada día que pasa y comprobamos la crisis de unas prácticas políticas, de un ejercicio del poder ajado, teñido de corrupción y autoritarismo.
Desde hace varias décadas, Internet está creando pautas nuevas de interconexión que fulminan las variables de tiempo y espacio, tal y como las hemos conocido hasta ahora. Pautas que están poniendo en cuestión los mecanismos tradicionales de participación social y abriendo caminos nuevos para mayores cotas de democracia. Por eso, la contradicción entre la eficacia y la rapidez de la comunicación en redes, con la obsolescencia de unos mecanismos tradicionales de participación, se pone en evidencia cada día que pasa y comprobamos la crisis de unas prácticas políticas, de un ejercicio del poder ajado, teñido de corrupción y autoritarismo.
Creo que hay una revolución en marcha desde hace años, pero no sólo como el cambio tecnológico que afecta a la economía y a los hábitos de las personas, que ya conocemos, sino, precisamente por ello, como una transformación profunda de la sociedad y de la política. La cuestión, una vez más, será en manos de quién está la tecnología para hacerlo posible... Aunque, a pesar de ello, nunca como ahora, la mayoría tuvo una herramienta tan poderosa para cambiar las cosas.
No cabe duda, que el momento que vivimos es apasionante.
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