Vida y Destino. Comentario al libro de Vasili Grossman



Leí Vida y Destino porque me la regaló un amigo que estuvo seis años trabajando en Ucrania. Y me atrajo, desde el principio, la perspectiva de un autor que conocía  los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial por haberlos vivido trabajando como periodista al servicio de su país. Me impactó, así mismo, saber que había sido suya la primera denuncia informativa de los campos de exterminio nazi… Hasta dejarme pasmada y completamente anonadada en su narración de los minutos finales de una víctima judía en el interior de una cámara de gas. El que además narrara la angustia de otros protagonistas ante la represión stalinista, me terminó de seducir por su autenticidad y su lucidez.
Grossman enfoca el corazón de la crisis del siglo XX y lo hace desde el conocimiento y el rigor histórico, combinándolo a la perfección con la experiencia personal y cotidiana de los personajes. En situaciones límite, en los peores escenarios de la Segunda Guerra Mundial, la Batalla de Stalingrado y los Campos de Exterminio nazi, o ante la paranoia del Estado soviético, un entramado coral de personajes va tejiendo los hilos internos de la Historia, desde la sustancia más elemental del ser humano, desde el miedo, el amor, la solidaridad, la compasión o desde el odio y la violencia. Absolutamente impresionante.
Muchos expertos la consideran la Guerra y Paz del siglo XX, aunque, en mi opinión es mucho más que un canto a la madre patria rusa. A mi modo de ver el gran conglomerado de personajes de esta novela busca reflejar todas las posibles facetas de una única protagonista, que no es otra que la humanidad, perdida en medio del caos del mal absoluto, salvándose en cada paso a base de dar lo mejor de sí misma por los demás, sus hijos, sus padres, sus familiares o sus amigos: la bondad, pequeña y cotidiana enfrentada a la maquinaria de la guerra, el terror o la infamia.
Es esa dimensión personal lo que multiplica la trascendencia histórica de los acontecimientos narrados. Hay una perfecta sincronía entre ambos planos, que evita caer en un mero anecdotario para, por el contrario, convertir cada episodio en un símbolo de la Historia.
Su estilo es como cristal. Cada página es conmovedora, sin artificios, mostrando la naturaleza humana muchas veces de forma descarnada. Es el periodista, el cronista Grossman el que narra, con un estilo sobrio, realista y apabullante en su sencillez.

Vida y Destino se comenzó a escribir en 1950, siendo, en realidad, la segunda mitad de un libro en dos partes cuya primera mitad (la novela Por una causa justa) fue escrita durante el dominio de Stalin y publicada en 1952. Este primer relato tuvo un éxito total en Rusia: los héroes para Grossman son las personas normales, con sus principios y sus valores los que hacen el heroísmo al enfrentarse a la guerra. Vida y Destino critica directamente el estalinismo y cuestiona el régimen de vida de los ciudadanos soviéticos bajo el régimen comunista. Tanto es así, que tras presentar Grossman el manuscrito para su publicación en la revista Znamya, la KGB asaltó su apartamento y confiscó las copias en papel carbón y los cuadernos de notas, así como las cintas de máquinas de escribir. Grossman escribió a Nikita Jrushchov:
Le pido que devuelva la libertad a mi libro, pido que mi libro se discuta con editores, no con los agentes de la KGB. ¿Qué sentido tiene que yo sea físicamente libre cuando el libro al que he dedicado mi vida es arrestado?... No renuncio a él... Pido libertad para mi libro.

La novela se publicó en Alemania, en 1970, con la ayuda de disidentes soviéticos: Andréi Sájarov fotografió, en secreto, las páginas del borrador conservadas por Semión Lipkin; y Vladímir Voinóvich consiguió sacar las películas del país. Cuando Mijaíl Gorbachov inició su política de glasnost, la novela pudo publicarse en Rusia, lo que suceció, finalmente, en 1988.
El relato se centra en la historia de la familia Sháposhnikov, en el marco de la batalla de Stalingrado: las hermanas Liudmila y Yevguenia (Zhenia) Sháposhnikova; Abarchuk, marido de la primera, arrestado en 1937, personaje que aparece en el campo de trabajo ruso, y de cuyo matrimonio Liudmila tiene un hijo, Anatoli Sháposhnikov (Tolia), que muere a consecuencia de las heridas guerra.
Otra línea del relato sigue la experiencia de Víctor Shtrum, segundo marido de Liudmila, físico, con una hija (Nadia). Este personaje representa, en parte, al propio Grossman, intelectual judío, fascinado por la relatividad y la física cuántica, y que encarna «la perplejidad de una época ante sus propios logros y su incapacidad para dominarlos». La madre de Víctor, Anna (Ania) Semiónovna,  doctora que se encuentra en Ucrania cuando el ejército alemán la invade y que acaba asesinada por los nazis. Los colegas de Víctor, entre ellos, el físico teórico Sokolov y su mujer, María, de la que Shtrum se enamora. Y otros compañeros, a través de los cuales se desarrolla una línea narrativa sobre el propio Shtrum, su trabajo y su caída en desgracia.
La otra hermana, Yevguenia (Zhenia) Sháposhnikova, casada con Nikolái Krímov, tiene una relación con el coronel Piotr Nóvikov, oficial al mando del cuerpo de tanques. La novela relata la actuación de Krímov como comisario político en Stalingrado, el cual comunista convencido, será, sin embargo, arrestado y torturado en la Lubianka. Por otro lado, a través de Nóvikov, se conoce al comisario de su cuerpo de tanques, Dementi Guétmanov y sus camaradas de partido de Ufá, narrándose el cerco del Ejército Rojo sobre el Ejército Alemán en Stalingrado.
Marusia, una tercera hermana Sháposhnikova, muere durante la guerra víctima de los bombardeos. Su marido, Stepán Spiridónov, resiste en la central eléctrica de Stalingrado, con la hija de ambos, Vera; la cual tiene una relación amorosa con el piloto Víktorov, a través del que se narra la historia de un escuadrón de cazas de la fuerza aérea. Víktorov acaba muriendo en combate.
Un cuarto hermano, Dmitri (Mitia) Sháposhnikov, está recluido en un campo como prisionero político. Su hijo Seriozha aparece como soldado destinado en el frente de Stalingrado.
Paralelamente a las líneas narrativas vinculadas con la familia Sháposhnikov, se desarrollan otras líneas del relato que completan la perspectiva del horror de la guerra. A destacar, la narración en torno a un campo de concentración alemán, donde aparecen un viejo bolchevique (Mostovskói) y un menchevique exiliado (Chernetsov), entre otros.  Y sobre todo, la historia de un grupo de judíos en el trayecto hacia la cámara de gas, a través de Sofia Levinton, médica militar -sin hijos y con deseos de ser madre- y del niño huérfano llamado David. Su unión accidental en un tren de la muerte que los conduce al campo de exterminio, da pie a uno de los episodios más conmovedores del libro, como ya comenté al principio. El conocimiento privilegiado que Grossman tuvo de los campos nazis  le permite relatar los minutos de la muerte de Sofía dentro de la cámara de gas, abrazada a David, y envuelta en la agitada masa de cuerpos aprisionados y aterrorizados, como jamás nadie haya podido imaginar siquiera. La barbarie y el sufrimiento extremos contrastan con el afecto hacia el niño que embarga a Sofía en su último aliento. La capacidad de este escritor para ofrecernos, a un tiempo, el terror y el amor, la muerte y la vida, hacen de Vida y Destino una obra de arte de la Literatura universal.


Mar Fernández



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